Abierto (más que nunca) por Navidad

una mujer lavándose el pelo en un salón.

Hay profesiones, como la nuestra, que no viven la Navidad. O, al contrario, que la viven más que ninguna. Ese es nuestro caso.

Porque como todos los días de nuestras vidas, desde niñas, la peluquería también ha estado presente para nosotras en lo más íntimo de nuestra Navidad.

Recordamos preparar los platos del turrón a una hora de sentarnos a cenar comentando lo guapa y contenta que había salido esa misma tarde del salón alguna de nuestras clientas.

También recordamos llamadas de clientas (¡cuando solo existía el teléfono fijo!) a casa porque el flequillo, rebelde, se les venía para un lado. Entonces, la mamma se ponía a hacer un tutorial exprés telefónico.

Y ya con el móvil, y a una hora de la cena, recibir varios ‘outfits’ por whatsapp con la petición urgente de consejo.

O salir de casa un día de Reyes para retocar un cardado en una situación de emergencia.

Y es que no nos olvidamos de la peluquería solo con echar la llave. Nos la llevamos a nuestra vida. Y la Navidad es un compendio de vida.

Peluquería, terapia pura

Siempre se dijo que los peluqueros son como los psicólogos. Y nosotras añadimos, o más bien, eliminamos el “como”. Y osamos quitárselo porque entre las paredes de nuestra casa (más bien nuestro salón) hemos oído (y visto y callado) de todo.

Entre su llegada al salón y su salida, hemos visto mudar de cara, literalmente, a mujeres que llegaban desilusionadas, tragadas por el tedio, aturdidas por estar enamoradas de quien no debían o desoladas por un conflicto familiar.

Y sí, también en Navidad.

En esto que llamamos “fiestas”, las peluquerías no cerramos. Estamos más abiertas que nunca. Abiertas casi 24/7, como los bomberos, los municipales y las farmacias.

Porque nosotras, a nuestra manera, también somos medicina. No solo mejoramos las cabezas por fuera, es que, en ocasiones, lo hacemos también por dentro.

Antes era tabú hablar de los sentimientos encontrados que genera la Navidad. Ahora ya no. Y ahí estamos nosotras para escuchar, compartir, partirnos de la risa, llorar y hasta ponernos los pelos de punta…

Y de todo, una de las cosas que más nos emociona es el calor que se genera en estas fechas alrededor del equipo.

Verlos con la tarea tan bien asumida de que somos casi un servicio público. Comprobar cómo se entregan y cómo sienten como parte de su Navidad la tarea de hacer mejor la de los demás.

Solo deseamos que dure. Que nos dure a todos ese sentimiento que nos conmueve en estos días, y que sepamos capaces de llevárnoslo cada vez más lejos, como una onda expansiva.

Que no olvidemos de qué van estas semanas: de celebrar la vida, el amor, la solidaridad, la paz y la fuerza que hacemos todos cuando nos sabemos juntos.

Y que sintamos cada una de estas dos palabras, más allá de su suma de fonemas:

TE PUEDE INTERESAR